El datáfono, también llamado Terminal de Punto de Venta o TPV (aunque no sean lo mismo), es uno de los dispositivos electrónicos más utilizados en nuestra vida cotidiana, tanto como los ordenadores, las tabletas y los smartphones.

¿Te has preguntado alguna vez sobre el origen de este pequeño dispositivo que nos facilita la vida? Su historia está estrechamente ligada a dos países: Estados Unidos y Francia.

Descubriremos las raíces del datáfono, su evolución en el tiempo, y lo que podemos esperar en el futuro.

Primer adiós al efectivo: la invención de la tarjeta de crédito

Por encima de todo, el datáfono debe su existencia a la difusión de las tarjetas de crédito como medio de pago.

Las primeras tarjetas aparecieron en Estados Unidos en los años 50, emitidas por Diners Club y American Express.

En ambos casos se trataba de tarjetas con las que se pagaba el importe total a crédito al final de cada mes.

Foto: Smithsonian Institution

Tarjeta de crédito Diners Club, 1957.

¿La idea subyacente? Ofrecer a los comerciantes una manera estandarizada de liquidar las transacciones con su banco y el banco del cliente, eliminando la necesidad de utilizar dinero en efectivo.

En España, el Banco de Bilbao (hoy BBVA) se alió, en 1971, con BankAmericard (hoy Visa) para ofrecer la posibilidad de pagar con sus tarjetas de crédito, pero no fue hasta 1978 que este mismo banco emitió la primera tarjeta de crédito española, a nombre de Carlos Donis de Leon, el banquero reconocido por haber traído las tarjetas de crédito al país.

El origen del datáfono: la máquina validadora o bacaladera

Las primeras tarjetas de crédito eran de cartón, y no fue sino hasta 1959 que American Express emitió las primeras tarjetas plastificadas, con los datos personales en relieve.

En el anverso de las tarjetas ponían el nombre y la dirección del titular, así como un número de identificación único: estos datos permitían identificar a la cuenta corriente asociada a la tarjeta.

Los comerciantes pasaban las tarjetas por las máquinas validadoras, llamadas popularmente bacaladeras, por la similitud entre el ruido que hacían al validar una tarjeta y el de las cortadoras de las pescaderías.

Foto: Imprinters.com

Lector de tarjetas de crédito fabricado por Addressograph Bartizan.

Al pasar por la bacaladera, los datos de la tarjeta quedaban calcados en 3 comprobantes de papel carbón destinados al banco, al comerciante y al cliente, que debía estampar su firma para que tengan validez.

Esta máquina, que hoy nos puede parecer rudimentaria, fue revolucionaria, ya que aceleró en gran medida el tiempo de procesamiento de los pagos con tarjetas de crédito: hasta ese momento, los comerciantes debían anotar los datos de las tarjetas manualmente.

Un paso adelante: el primer lector electrónico de tarjetas de crédito

En 1971 se les añadió una banda magnética a las tarjetas de crédito, inaugurando la era de los pagos electrónicos.

El avance tecnológico se le atribuye a Forrest Parry, un ingeniero de IBM que, en 1969, tuvo la idea de introducir la información personal de las tarjetas de crédito en bandas magnéticas adheridas a las tarjetas.

El desarrollo de la idea de Parry tomó dos años, y solo fue posible gracias a la IBM 360, un ordenador con uno de los sistemas operativos más innovadores de su época.

Foto: Wikipedia

Tarjeta IBM con banda magnetica.

La banda magnética de las tarjetas de crédito contenía toda la información necesaria para validar un pago: nombre del titular, número de la tarjeta, código de autorización y fecha de vencimiento de la tarjeta.

Los primeros terminales de pago electrónicos surgieron, justamente, por la necesidad de leer estas bandas magnéticas.

Con el tiempo, esta tecnología fue progresando, paulatinamente, garantizando transacciones cada vez más seguras y permitiendo controlar el saldo de la cuenta del cliente, así como autorizar o rechazar una transacción en el momento.

El primer datáfono Verifone, el Zon Jr XL (1984).

En 1973 apareció en Estados Unidos el primer sistema de autorización de transacciones electrónicas, que conectaba a los comercios con el centro de datos de Visa, en California.

Sin embargo, no fue hasta los años 80 que se produjo la difusión masiva de las terminales de pago electrónicas, es decir, los datáfonos, con el dominio, ya entonces, de Visa y MasterCard.

Con el sistema de bandas magnéticas, las transacciones ya eran electrónicas. Sin embargo, aún era necesario firmar el recibo emitido por el comerciante tras pasar la tarjeta por el lector de la terminal, para autorizar la transacción. Además, a pesar del avance, las bandas magnéticas seguían teniendo limitaciones en cuanto a la cantidad de información que podían almacenar, y a la seguridad que podían garantizar.

El siguiente paso, esta vez, lo dieron en Francia.

El Chip: la otra revolución francesa

En 1979, aun cuando se trataba de una tecnología en pleno proceso de desarrollo y difusión, el gobierno francés oficializó la posibilidad de pagar con dinero electrónico y encargó al gobernador del Banco de Francia que trabajara en el desarrollo de medios de pago adecuados para el mercado nacional.

Lo verdaderamente revolucionario, sin embargo, fue el aporte del inventor francés Roland Moreno, que en 1975 patentó la tarjeta con microchip.

Utilizado previamente en tarjetas telefónicas, este microprocesador allanó el camino para transacciones mucho más rápidas y seguras.

Foto: Wikipedia

Prototipo de tarjeta de crédito con chip, 1975.

Así, en 1984 Francia se puso a la vanguardia de la innovación en el ámbito de los pagos electrónicos creando el Sistema Nacional de Pagos con Tarjeta, favoreciendo el desarrollo tecnológico de la tarjeta de débito, así como el de los datáfonos. Para 1985 la utilización de este tipo de tarjetas con chip ya estaba generalizada en toda Francia y, para 1992, pasó a ser obligatoria.

En el resto del mundo, su adopción no fue tan espontánea. En España, una de las primeras entidades en emitir sus tarjetas con chip y PIN, lo que añadía una capa extra de seguridad, fue el BBVA, y lo hizo recién en 2009; para 2013, sin embargo, el 95% de las tarjetas españolas ya contaban con chips EMV.

El chip permite almacenar mucha más información en las tarjetas que la banda magnética, así como comunicarse en tiempo real con el banco del cliente para validar o rechazar una transacción. Además, clonarlas es mucho más difícil, lo que reduce en gran medida el riesgo de fraude.

A la par del avance de las tarjetas, fueron evolucionando los datáfonos.

Las primeras terminales de pago electrónicas

A finales de junio de 1967, el Barclays Bank de Londres instaló el primer cajero automático del mundo.

Para retirar dinero en efectivo, los clientes debían introducir una clave de PIN de 4 dígitos: fue la primera vez que se utilizó esta medida de seguridad. En España, pasarían 7 años hasta que, en 1974, el Banco Popular de Toledo instale el primer cajero automático del país.

Aún entonces, sin embargo, en los comercios se seguía utilizando la bacaladera, y la firma de los clientes, para validar las transacciones con tarjetas de crédito, lo que suponía un proceso lento y engorroso.

No fue sino hasta 1979 que, tanto Visa como Master Charge (hoy MasterCard), lanzaron sus primeros datáfonos electrónicos, específicamente para tarjetas de banda magnética.

Recién a comienzos de los años 80 el proceso de pago empezó a agilizarse de verdad, y una vez más, la innovación vino de la mano de Francia.

Fue en 1983 que la empresa francesa Ingenico lanzó al mercado su primer datáfono electrónico mixto, capaz de aceptar tanto tarjetas con banda magnética como tarjetas con chip.

En 1985, los dispositivos Ingenico ya representaban la mitad de los datáfonos del grupo Carte Bancaire (CB). En poco tiempo, Ingenico se convirtió en el líder mundial del mercado de las transacciones comerciales electrónicas.

En 1990, la misma empresa añadió un teclado a sus terminales, permitiendo la introducción del PIN. Este avance en la seguridad y velocidad de las transacciones con tarjeta fue fundamental para su difusión masiva en todo el mundo.

El datáfono fijo IP sustituye al analógico

La primera solución implementada para transmitir información entre el datáfono electrónico y el banco del cliente se basaba en una conexión telefónica fija, también llamada RTCP (Red Telefónica Publica Conmutada).

Para que funcionara, el datáfono debía estar instalado en un lugar fijo, conectado por cable a una toma de teléfono, lo que hacía imposible trasladarlo dentro de la tienda. Por esta razón, se los conoce como datáfonos fijos analógicos.

Foto: Wikipedia

Terminal de escritorio Elite de Ingenico, con un teclado PIN conectado (2006).

El datáfono conectado a una red analógica fue progresivamente reemplazado por el sistema de IP/ADSL, mucho más rápido. Esta tecnología consiste en conectarse a una red diferente: la misma que utilizan los usuarios domésticos para conectarse a Internet. A estas terminales se las conoce como datáfonos de IP fija.

La cuestión, incluso hoy, es esta: toda terminal de pago necesita una conexión con el banco emisor de la tarjeta para autorizar las transacciones. En la actualidad, los terminales pueden conectarse a Internet a través de 3G, 4G, GPRS, WiFi o Ethernet; y el desarrollo de esta tecnología se le debe, en gran medida, a los teléfonos móviles.

Adiós al cable: los datáfonos inalámbricos, y los móviles

Una de las innovaciones tecnológicas que más influyó en el desarrollo de las transacciones con tarjeta fue el smartphone. Con la popularización de los teléfonos móviles, las redes inalámbricas se generalizaron en todo el mundo, lo que propició el desarrollo de datáfonos inalámbricos.

La llegada de estos nuevos datáfonos permitió a los comerciantes ambulantes aceptar pagos con tarjetas de crédito o débito en cualquier lugar: en mercados, en food trucks, en ferias y en festivales.

Foto: Norwegian Museum of Technology

En 1997, la noruega Telenor Mobile comercializó este datáfono inalámbrico.

Los datáfonos móviles

Dependiendo del modelo, los datáfonos móviles pueden utilizar conexiones GPRS, 3G o 4G, y la información de las transacciones puede procesarse en cualquier sitio, siempre que se disponga de una conexión de red y de un dispositivo con tarjeta SIM.

Hoy en día, estas tecnologías ya no son dominio exclusivo de los pesos pesados de la industria, como Ingenico o Verifone, sino que, en los últimos años, empresas de bajo coste han lanzado sus propias soluciones para que incluso los pequeños empresarios y comerciantes puedan disponer de un datáfono móvil a un coste accesible.

Los datáfonos inalámbricos

Los datáfonos inalámbricos, en cambio, utilizan WiFi o Bluetooth y ADSL. No son completamente móviles, ya que no pueden utilizarse fuera de los locales fijos de los comerciantes.

Este tipo de datáfonos fue (y en gran medida, sigue siendo) el preferido por los restaurantes, ya que permite a los clientes pagar directamente en la mesa, sin tener que ir hasta el mostrador.

De todas maneras, en la actualidad, muchos dispositivos están equipados con ambas tecnologías (WiFi y GPRS/3G) y pueden alternar fácilmente entre una y otra.

El lector de tarjetas del smartphone: un datáfono de bolsillo

Más pequeño, más ligero y más barato que el datáfono móvil tradicional, los lectores de tarjetas móviles para smartphone han vuelto a revolucionar las transacciones comerciales en todo el mundo.

Se trata de pequeños dispositivos que no precisan de una tarjeta SIM, sino que se conectan a través de Bluetooth a un smartphone (o a una tableta) que, a su vez, está conectado a Internet. Así, el datáfono se gestiona con una aplicación móvil.

Foto: Mobile Transaction

SumUp Air.

Estos dispositivos son especialmente adecuados para los vendedores ambulantes, los comercios itinerantes que reciben pocos pagos electrónicos o los nuevos comercios que no pueden comprar una terminal de pago tradicional, ni comprometerse con un contrato vinculante ofrecido por un banco.

Desde su creación en 2010, empresas fintech como SumUp, Zettle y myPOS han conseguido penetrar en un mercado hasta entonces dominado por los bancos.

Foto: Mobile Transaction

Datáfono lector de tarjetas Zettle Reader 2

Zettle de PayPal, antes conocida con el nombre de iZettle.

Los datáfonos móviles son económicos tanto al comprarlos (sus precios rondan los 80 euros) como al mantenerlos, ya que suelen ofrecer un servicio de pago por utilización, por lo que solo se paga según se usa.

Por otro lado, los datáfonos inalámbricos suelen costar entre 300 y 400 euros.

El desarrollo del pago sin contacto

La llegada del contactless, o pago sin contacto, representó un avance tecnológico comparable al del microchip.

El pago sin contacto se realiza mediante la tecnología de Comunicación de Campo Cercano o NFC (por sus siglas en inglés), derivada a su vez de la tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFID) que se utiliza en los dispositivos antirrobos de los comercios. El NFC permite transmitir información a un dispositivo en una proximidad máxima de 10 centímetros.

El Reino Unido fue, en el 2007, uno de los primeros países del mundo en adoptar los pagos sin contacto. En España pasarían varios años hasta que, en 2015, se consolidará el sistema de contactless; su difusión a partir de entonces, sin embargo, fue arrolladora: en 2021, el 87,6% de los pagos con tarjeta en España se hicieron con la modalidad de pago sin contacto.

Esto posiciona a España como el segundo país en donde más se utilizan los pagos sin contacto, únicamente por detrás del Reino Unido.

Una de las razones que explican la rápida adopción y preferencia del pago sin contacto, tanto en España como en el mundo, parte de la pandemia de Covid-19. Al eliminar el contacto físico del cliente con los datáfonos, se reduce el riesgo de contagio; a su vez, en el 2020, en España se amplió el límite inicial de los pagos sin contacto de 20 € a 50 €.

Con la difusión de los datáfonos con capacidad NFC se popularizaron, a la par, los pagos con teléfonos móviles a través carteras electrónicas como Apple Pay y Google Wallet. En España, en 2021, el 65,8% de los pagos con el móvil se realizaron en un datáfono NFC, a la vez que el 12% de todos los pagos con datáfonos se realizaron con un smartphone.

Lo que viene: biometría y relojes inteligentes

La tecnología móvil, que permite el reconocimiento de datos biométricos, se está expandiendo a gran velocidad. Introducido inicialmente como método para desbloquear teléfonos móviles y dispositivos inteligentes, hoy en día se utiliza para autorizar pagos con la mayoría de las carteras electrónicas en los datáfonos NFC.

Sin embargo, esta tecnología no se limita los teléfonos móviles. El grupo tecnológico francés Thales, por ejemplo, ha desarrollado una tarjeta sin contacto con lector de huellas digitales.

Uno de los últimos avances en pagos biométricos, anunciado a mediados de mayo de este año, es el nuevo sistema de Mastercard, que apunta a estar disponible a nivel global a finales del 2022, con el cual se podrá pagar simplemente sonriendo o haciendo un movimiento con la mano, frente a una pantalla.

Por otro lado, con el desarrollo de los wearables o dispositivos vestibles, sobre todo de relojes y gafas inteligentes, llega otro competidor al mundo de los pagos digitales: se estima que en 2022 el valor de mercado de los pagos wearables rondará los 13,43 mil millones de dólares.

En el futuro, se prevé que la tecnología siga apuntando a avances en biometría, en wearables y hasta en microchips subcutáneos, en un esfuerzo por agilizar las transacciones comerciales a la vez que reducir los riesgos de fraude.

El dinero en efectivo seguirá desapareciendo, sobre todo a medida que las nuevas generaciones, que han nacido y crecido en la era digital, se bancaricen y se incorporen a los mercados laborales.

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